Boca de Huérgano, Rimuela, el Arriestro, Roble del sestil de la mata, Jollampo, Boca de Huérgano.
* Duración aproximada de 2 a 2,30 horas.
* Grado de dificultad: bajo
Comienza nuestro itinerario en “lo bajero” del pueblo de Boca de Húergano, a unos cien metros del HOTEL TIERRA DE LA REINA; allí,a nuestra derecha, arranca la Cañada de Rimuela, camino de secular utilización pastoril, tanto para los ganados comunales como para los rebaños de merinas trashumantes que casi hasta el presente transitaron por nuestra comarca.
El camino nos introduce en Rimuela (rivus molae: río del molino, del que sólo queda constancia toponímica), valle lateral al Esla tallado por un arroyo de aguas transparentes. Durante nuestra progresión por el valle (aproximadamente media hora) podremos ir observando los prados del fondo del valle que alcanzan hasta donde pequeñas obras hidráulicas desvían el caudal del arroyo que aporta al prado la humedad necesaria y limos fertilizantes, y a nuestra izquierda la presencia de un enérgico robledal sobre el que fácilmente contemplaremos en sobrevuelo al águila enseñoreándose (muy de mañana, el guirigay multisonoro de todos los pájaros)
Tras este primer tiempo de progresión en suave ascenso el valle se bifurca en Y: a la izquierda “Las Caspariellas” que abandonamos. Tomamos el camino de la derecha (un pequeño depósito de agua nos sirve de referencia), y tras breve recorrido por un camino de carros festoneado de retamas accedemos a lo más recóndito del valle: los prados del Arriestro.
En el próximo tramo y en momentos adecuados del día es probable la presencia del corzo y el ciervo; por igual ardillas, garduñas, mustelinas. Menos probable, aunque posible, el jabalí o ¿por qué no? el horizonte huidizo de alguno de los últimos lobos.
Hacia la mitad de la pradería, a nuestra derecha tomamos un antiguo camino comunal recientemente desbrozado y penetramos en el robledal; la progresión sigue siendo de baja dificultad. Podemos contemplar dos soluciones boscosas: viejos ejemplares de robles centenarios parecen dar cobijo a esqueletos calcinados de otros devastados por desdichados incendios. Entremezclados con ellos una multitud de retoños jóvenes y vigorosos parecen entonar la alegre salmodia de renovación de la vida: si los respetamos, el futuro del bosque está asegurado
Ahora el camino vira enérgicamente hacia el Sur, a la derecha, tomando la dirección del regreso: se ha transformado en una “pista forestal” de reciente construcción, accesible a los “todoterreno” y de polémica conveniencia: cada senderista valorará desde múltiples perspectivas su utilidad o inconveniencia.
En cualquier caso nos conduce a uno de los lugares eminentes de nuestro recorrido: el roble del Sestil de las Mata, ejemplar señero, solemne, prodigioso, totém arbóreo de nuestra comarca, vivificado durante siglos por el estiércol de las ovejas que bajo su sombra buscaron el cobijo del sesteo. En sus cercanías una fuentecilla de pastores suple la escasez de su manantial con la extraordinaria calidad del agua que nos ofrece. Paraje inexcusable de reposo en nuestro recorrido.
Continuamos el camino que nos conduce (seguimos ascendiendo sin mayor dificultad) a una elevada campera por encima de la masa boscosa, lugar de intersección de todos los careos de los rebaños comunales: Jollampo. Observando la amplitud de los horizontes montuosos que desde aquí contemplamos, entenderemos por qué. A nuestra espalda dejamos el monte herido de fuego del Arriestro en las faldas del Pico Mura, a la izquierda, la atormentada geología de las más altas cumbres de la Cordillera: Peña Prieta, Curavacas, Espigüete, Murcia …; A la derecha los irreales crestones de las Peñas de Riaño (Yordas, las Pintas, Jilbo) espejan en la superficie del embalse duplicando su hermosura como si sus aguas quisieran pagar tributo en forma de belleza por la desolación y el dolor que albergan sepultados. Al frente de nuestra perspectiva visual un pequeño monte dañado infinidad de veces por el fuego y que en la actualidad la mano humana intenta recuperar mediante la repoblación forestal.
Siguiendo por la pista hacia el Sur y tomando la salida de la campera por su derecha nos dirigimos hacia el regreso, habiendo alcanzado aquí la máxima altura para comenzar un suave pero continuado descenso. A medida que avanzamos y bordeamos este monte descubrimos enfrente el vigoroso bosque de Roscabao, morada preferida del oso, cuyas huellas o presencia, todos los lugareños hemos tenido ocasión de contemplar.
Gira el camino hacia la izquierda y aboca al pueblo por el paraje de “tras de la iglesia”. Un último alto en nuestro caminar para contemplar las sencillas y hermosas trazas de románico rural de su construcción. (Habremos de perdonar los daños infligidos en su fábrica por las últimas reparaciones, más loables en buena voluntad que en acierto).
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